¿Dónde están,
infeliz mago, tus viajes,
los largos caminos que te
conocían,
esas tierras que amabas y
con candor
insolente hiciste tuyas?
¿Dónde están
tus palabras, aquellas que
elegías
y tan distintas sonaban en
tus labios?
Oh infeliz. ¿Dónde están
tus mujeres?
Oh miserable carroña que se
pudre,
oh piedra de sal, no pareces
el mismo.
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¿Y la vida? ¿La
alegría aquella
que brotaba a torrentes por
tus líneas?
¿Qué se ha hecho de ese amor terrestre que
puso, con uñas, medio
nombre a un cuerpo?
¿Cómo has podido perderlo
tan de pronto?
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¿Olvidas acaso, que nos pones letra,
que nunca fuiste el dueño
de tu puño?
No escondas tu magia. Que
quede algo
mezclado entre nosotros con
palabras
comunes y de todos. No, no
mereces
vivir si un simple golpe,
una herida,
inhibe tu misión. Tus
versos. Tus trucos
para contarnos lo que
supimos siempre.
No. No mereces vivir si te
detienes.
¿Dónde están tus
palabras, los sonidos
nuevos para las voces
viejas? ¿En dónde
tu alquimia de vocales, de
frituras,
de ásperos vinos? ¿Dónde estás poeta,
prestidigitador?
¿Dónde? ¿Dónde?
¡Dónde!
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